Si el humano es una manifestación del ser, y el ser es perfecto, ¿qué surge entre el ser y el humano?
¿Por qué no es el humano igual de perfecto, de puro?
El humano es la proyección, una conjunción de proyecciones “mental-emocional”. Y cobra vida como consecuencia de la proyección del ser.
Es decir, el ser se proyecta en la tercera dimensión, una dimensión basada en la electricidad y el magnetismo, y a consecuencia de la unión de “cosas” formadas por la conjunción de electricidad y magnetismo, estas se proyectan creando realidades.
El espíritu no se puede proyectar en la dimensión material si no va unido a mente-emoción. Es a partir de la atención en un concepto que el espíritu (la mónada) crea una realidad apartada, y ésta se expresa en el ámbito del espacio-tiempo (emoción-mente) (magnetismo-electricidad).
En el plano sutil, la idea se percibe como un rayo que viaja a gran velocidad. Es sólo impulso, fuerza. Es luz. Viaja en el espacio y, como una estrella fugaz, desaparece. Es una llamarada de electricidad que avanza, y en si misma no contiene nada.
En este mismo plano, la emoción es percibida como un algo consistente, una “cosa” provista de color, forma y textura. Esta tiene una carga magnética. Si la emoción no es manipulada, es decir, si no se hace nada con ella (simplemente se permite que surja y permanezca), quedará anclada al lugar en el que surgió, y atraerá la carga magnética correspondiente que se adherirá a ella.
Esto define el porqué sucede con frecuencia que siempre atraemos, aunque en diferentes formatos y situaciones, lo mismo.
Sin embargo, si a una idea se la provee de emoción, tenemos un algo que se dirige hacia un objetivo. Entonces, estamos Creando en nuestro plano.
En el momento en que “apagamos” mente y emociones, permitimos al nivel superior, más sutil, que sea quien se represente.
Graciela Bárbulo
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