viernes, 29 de noviembre de 2013

Liberarse del daño


¿Por qué nos rodean estas circunstancias?

Las cosas que os rodean son la densificación de los pensamientos. Dependen de lo sutil, que es lo que va desde el pensamiento hasta la cosa materializada.

¿Qué representa la gente que hace daño?

Las personas que os hacen daño son la materialización de vosotros mismos haciéndoos daño.

“No son gente mala, sólo son gente que os hace mal. Y la buscáis inconscientemente, como a una enfermedad, porque creéis ser merecedores del dolor que ocasiona su daño.

“Pero eres digno de lo mejor, sólo tienes que ver tu perfección y verás la de los demás. Y si los demás son perfectos… ¡no te pueden hacer daño!

A veces me cuesta menos trabajo quedarme con ‘lo malo conocido’ que el esfuerzo del cambio.

Sufrir genera hábito. A las personas que creen que deben sufrir, la felicidad les hace sentir incómodos, y se provocan problemas inconscientemente. Se castigan a sí mismas porque están convencidas de que si no lo hacen ellas misma, lo hará la vida. Y la vida siempre responde a nuestras expectativas.

“Hay que desaprender. No importa lo que queramos a las personas que nos han educado. Ellos pueden haberse equivocado.

Quisiera poder ver la esencia limpia del otro, pero no lo consigo…

Mira a los ojos a la persona que tienes delante como si fuera por primera vez, entrarás en contacto con su verdadera esencia, y como consecuencia también con la tuya. Sentirás un amor que hará que trasciendas ese momento y la visión de ambos.

Creo que luego me vería superior a esa persona.

Hay una reacción muy común entre quienes empiezan a estudiar estos temas, y es el desprecio por los que no actúan bajo estas leyes. Si este desprecio, se exprese o no, existe, ello demuestra que la persona no ha comprendido que evolucionar es para bien de todos. Y te diré más, tu evolución, en cierta medida, viene impulsada por estas mismas personas.

¿Y cuando el daño es directo, real, va hacia nosotros en línea recta?

Si alguien te tira una flecha, pon un escudo, pero no tires flechas tú también.

“Las flechas, sobre un escudo, rebotan.

“Si alguien te tira flechas y tú estás limpio, no te darás ni cuenta. Te atravesarán sin encontrar nada donde hacer daño, porque no hay nada que tú protejas. Te limitas a tener lo que es tuyo. Y en esto no hay densidad para clavar una flecha.

Pero el que tira la flecha es un pecador.

No percibas en el otro a un pecador, sino a un ser equivocado. Y le ayudarás a que se corrija con tu percepción desprovista de acusación, de criterio.

Parece que todo depende de uno mismo.

Los pensamientos que tú tienes afectan a los demás porque la mente es sólo una y cada ser lo único que hace es estar en contacto con esa Mente Una.

Perdonar no siempre es fácil. ¿Qué argumento puede ser más fuerte que el rencor para combatir el daño? ¿Qué cambia el otro si le perdono?

Si perdonas al otro, accedes a ése lugar donde la ofensa flota y, con el perdón, la disuelves.

“Perdonar es disolver el error. Ya no existe. Y esto hace que la persona no te tenga miedo. Porque las personas tienen miedo de aquellos a quienes han herido, no de los que le han herido a ellos.

¿Por qué existe esa gente que hace daño deliberadamente?

La mayoría de las personas viven aterradas porque el significado que se ha hecho de Dios le ha taponado la puerta por la que acceder a Él.

“Llega un momento en que las personas se sienten atrapadas y buscan una nueva percepción de su vida, un nuevo sentido. Y ante un dios vengador que les castiga, les censura, les mata, desechan esa salida y huyen lateralmente. La conclusión es que se adentran más en su error y el miedo pasa a ser pánico.

¿Tal vez haya un lugar en el que, sin estos errores, todos seamos limpios, amigos?

Lo que vivís aquí en la Tierra es la proyección de lo que Sois. Sois Luz, y aquí arriba os fusionáis todos. Y lo único que sabéis de vosotros es lo que se estrella contra la sólida tierra.

“Aquí arriba, del otro lado del velo, nos reconocemos completos, pero en vuestro mundo sólo sabéis de vosotros la parte última, y, como tal, sois sólo puntos independientes, luchando por sobrevivir y compitiendo cada uno con el otro punto. Desconociendo que si seguís vuestro rastro en sentido ascendente sois el mismo origen.

Haces sentir que debemos ver en el otro a la víctima, en lugar de en nosotros.

No seas para los demás parte de la presión que el mundo ejerce sobre ellos, y la presión que ellos ejercen sobre el mundo cederá ante ti.

“Porque la violencia, la ira, el rencor y el miedo que ‘el otro’ cree que debe ejercer con el mundo, si en ti no tiene eco, le hará sentir relajado. Su reacción será como cuando cogéis algo que creíais que pesaba mucho más de lo que realmente pesa y, debido al impulso que le dais en función de vuestra convicción, sale despedido hacia arriba, con lo que, automáticamente, aflojáis.

“Así haces que su error desaparezca ante ti y ante él.

“Habrás establecido una relación libre de entorpecimientos figurados, que son los que se interponen en las relaciones y hacen que no conozcáis al otro, y estéis siempre tratando sus errores a base de errores que se complementen a estos, como si fuéramos anticuerpos.

¿Cómo hay que mirar para ver todo eso, sin lastres?

Ten visión de rayos equis cuando mires a alguien. Atraviesa sus errores, su comportamiento equivocado y observa a la persona. No percibas el error para buscar amor en la persona.

“Mírala como cuando miras a un niño pequeño con una rabieta y eres capaz, en lugar de encararte a él, de pensar: es que tiene sueño, o hambre.

“Porque no hay que ser un bebé para tener una rabieta. Sólo hace falta ‘no-conocer’. Y si le haces caso a la rabieta, y no a lo que busca el otro, tu ‘no-conoces’.

¿Y al final, para qué todo este esfuerzo?

Se trata de unirse, no de separarse.

“Se trata de dejar de estar solos, porque eso es lo que queréis.

“Y se trata de integrar vuestra parte negada que se refleja en ‘los otros’ y es vuestra sombra.

Ya no sé lo que es verdad y lo que no. No sé si veo lo que es.

Existe lo que percibes. No percibes lo que existe.

¿Cómo relacionarse con el otro sin las interferencias del daño que te ha causado?

Todo aquello que te molesta, que te hace sufrir, no está aquí ahora. Porque aquí y ahora es siempre Paz. Todo lo demás es atención a la mentira de ti.

“Aquí ahora es la Paz, porque la Paz es Verdad y la Verdad es Dios. Entonces, Dios es Tú.

¿Y los otros problemas, aquellos que no dependen del otro, que no llevan nombre propio, los problemas de la vida?

Los que parecen problemas en la vida, examínalos, y fíjate a dónde te conducen y de dónde te apartan, es decir, averigua en qué sendero te ponen. Si tú comprendes que ése es el camino que Dios quiere que hagas y lo haces por tu cuenta, te desaparecerán los problemas.

“Fíjate bien en el mensaje, es muy importante.

Yo creo que con sólo comprender no me libero.

Cuando te veas en una situación agobiante, o que no te guste, o con la que no sepas qué hacer, asciende y mírate a ti mismo en ésa situación. Desinvolúcrate de ella y mírala como si fuera una película, y entonces verás todos los resultados posibles y elegirás el correcto.

¿Y cuando el mal se refleja en el cuerpo, por ejemplo en una enfermedad?

El cuerpo es sólo el resultado. Arreglar el cuerpo es remendar.

“Hay que ir al origen y el cuerpo, como resultado, se hará bello y sano.

Haces que ya no sepa muy bien cuál es mi realidad. Trastocas mis bases.

Lo que consideras realidad es sólo la proyección de La Realidad.

“Veis el reflejo, las sombras. Es como si en lugar de al cielo, mirarais a un estanque y, al ver reflejadas allí las estrellas y la luna, os hundierais en él para alcanzarlas.




(Extracto del libro "Conversaciones en la Hoguera del Conocimiento")
www.gracielabarbulo.com

jueves, 14 de noviembre de 2013

Alma de plastilina / Plasticine soul


El molde de tu alma se define por tus sentimientos.
Tu destino se define por el molde de tu alma.
Siento mi alma, en mi pecho, de plastilina.
Y una voz me dice:
Con cada sentimiento imprimes una forma a tu alma. Ese alma deformada busca, entonces, adecuarse  al medio.
Toda forma impresa de temor, rencor, odio, preocupación, miedo, pena,.. la contrae, creando una presión en ella que se convierte en hendidura.
Por una parte, te aprisiona la propia vida y tu criterio de ti. Si odias, si envidias, si temes, si enjuicias, vivirás contraída.
Por otra parte, atraerás todo aquello que rellene la hendidura, como si de un puzzle se tratara, y la pieza, de la misma cualidad emocional, que encaje aparecerá para acoplarse. Ésta tenderá a fusionarse con tu alma haciendo complicada, al tiempo, la distinción entre lo que realmente eres y lo que te sucede.
¡Es fácil. Lo puedo sentir!, pienso.
Pero – sigue la voz-, ¡es tan sencillo, sabiendo esto, crear una vida sin resonancias negativas! No tienes que esforzarte en nada. Simplemente acepta lo que hay, porque tú misma lo has atraído. Así que cada vez que seas atacada por otro impulso emocional, párate y piensa: ¿esto me contrae? Si la respuesta es sí, recházalo. Cuando lo hagas desde ésta perspectiva, desde éste nivel de comprensión, verás que es posible.
No te pido que pongas amor de manera forzada cuando no surge; sólo rechaza lo que contrae, y desvía tu atención, si puedes, a lo contrario.
Si logras hacer de esto una práctica, vivirás con el alma libre, y así serás tú, y todos los acontecimientos serán amables porque tu alma de plastilina estará perfectamente diseñada, será tal y como es en esencia.
Se te ha dicho muchas veces, de muchas maneras, “no hay por lo que luchar”, y aún andabas despistada sobre cómo liberarte de la lucha. Deja tu alma expandida, libre, y así será tu naturaleza y tu vida.
Comienza ya mismo…
Y recuerda: Todo eso que consideras circunstancias que contraen tu alma no son sino aquellas cosas que se acomodan en los espacios contraídos de tu alma.





The mould of your soul gets defined by your feelings.
Your destiny gets defined by the mould of your soul.

I can feel my soul, inside my chest, like made of plasticine.

And then a voice tells me:

"With every feeling, you are giving some shape to your soul. This shaped soul searches, then, for adapting itself to the environment.

Every printed shape of distrust, resentment, hate, concern, fear, sadness...,  makes it shrink, creating a pressure on it that finally turns into a breach.

On the one hand, it imprisons you own life and your criteria about yourself. If you hate, if you envy, if you fear, if you judge, you’ll live like collapsed.

On the other hand, you’ll attract everything that would fill this breach in, as if it was a puzzle, and that piece  with the same emotional quality matching there, will come up for mating. This one will tend to become one with your soul, complicating, at the same time, the difference between what you are in reality and what happens to you. “

It is easy. I can feel it!, I think.

"But - the voice continues -, it’s so simple, by knowing this, to create a life free of negative resonances!" You don't have to make any effort. Just accept what there is, because it has been attracted by yourself. So, whenever you are hit by another emotional impulse, stop and think: Is this one shrinking me? If the answer is yes, then reject it. When you will do it from this perspective, from this level of understanding, you will see it is possible.

I‘m not asking you to bring love up in a forced manner when it doesn’t arise; Do only reject what shrinks and diverts your attention, if you can, to the opposite.

If you can make this a practice, you will live with a free soul, and therefore you will be you, and all events will be cheerful, because your plascitine soul will be perfectly designed, it will be as it is in essence.

You were told many times, in many ways, "there is no reason to fight", and you were still clueless on how to free yourself from the struggle. Let your soul be expanded, free, and so your nature and your life will be.

Do start right now...

And remember: everything you consider as circumstances shrinking your soul are nothing but those things fitting into the shrunk spaces of your soul.



Graciela Bárbulo
14/11/13


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Poema del Ser Superior al humano

Yo no te espero,  

te contengo.
Todos y cada uno de tus actos
viven en pliegues de la Realidad que Yo Soy
por entero, atemporalmente,
mientras tú eres secuencialmente.


No soy lo que no transitas,
tú forjas al transitar.
Yo me descubro en tu andar
porque Yo Soy potencial infinito y eterno
y tú creas, en mí, realidad concreta en un tiempo.


No temas.
Tú no me mueves.
Yo Soy.
Y tú, seas lo que seas, donde seas,
eres en Mí.
Por lo tanto,
siempre puedes volver la vista hacia
dentro
y deshacer el engranaje creado,
salirte
y crearte de nuevo en otro tiempo,
en otras circunstancias.


Yo no te espero, te trasciendo.
No vamos juntos, vas en Mí.
Pero cuando te canses
acude a tu interior
y toma contacto Conmigo.
En tu interior mora la inmensidad
de lo que Eres.
No busques fuera.
El infinito está dentro, y es en el exterior donde se encuentran los límites.


Así que, cuando te sientas cansado,
entra en ti,
descubre el ilimitado potencial que Eres,
y sabrás que Eso Soy Yo.
Entonces, descansa,
descansa en Mí.
Cierra tus sentidos a las fronteras de la forma, entrégate al potencial indefinido,
y te convertirás en eso mismo.
El mundo acabará y tú serás
todo y nada en concreto.
El mundo cesará sin tu atención,
porque es en ella donde vive,
y entonces
todos los límites desaparecerán.


Descansa en mí sin percibirlo.
Sé,
y serás Yo.
Entonces Yo seré tú,
y tú y Yo seremos Uno dentro del potencial indefinido


hasta que quieras,,
de nuevo,
activar tus sentidos
y seguir caminando un tiempo,
un lugar,
unas circunstancias
en Mi Esencia.


Pero no olvides que Yo te sostengo,
me respiras,
me configuras,
y nunca estarás más allá
de lo que no eres.


El mundo que deseas
está modelado de la misma Sustancia
que el que te disgusta.
Los diferencia tu sentimiento previo,
que se mantiene hasta el final y confundes
con el resultado de la experiencia.


Siempre, hagas lo que hagas, donde lo hagas, y seas lo que seas, eres Yo
y estás en mí.
Y tú modelas la naturaleza de todo ello.


En ti está cómo seguir modelando, y el qué.
Yo te sustento y te acepto.
Decir “te amo” es pequeño.
Tú Eres en Mí. Y así será siempre,
hasta que seamos,
indefinidamente,
de nuevo,
Uno.




Graciela Bárbulo
05/11/13

lunes, 4 de noviembre de 2013

Tú objetivo es el Mío.


¿Te gustaría materializar de manera más eficiente aquellos deseos que surgen de tu ego? De acuerdo. Entonces, te hago dos preguntas:
 

-          ¿A dónde te ha llevado el destino de forma natural?

-          ¿Qué y cómo eres cuando no pretendes ser de ninguna manera?
 

Esa persona que eres naturalmente en cada lugar y circunstancias es el potencial de lo mejor para ti.

 
Ahí, y de esa manera es donde estoy Yo. Todo lo que quieras modificar de tu vida a través de un esfuerzo físico te costará un gran trabajo, y además no resultará exitoso, porque vivirá únicamente dentro de la energía de tu esfuerzo, y al terminarse éste, el logro se desvanecerá.

 
Analiza éstas dos cuestiones que te acabo de plantear, y verás que siempre, en cada fase de tu vida, has creado algo que te ha llevado a un nivel mejor. Y no habría sido posible sin el escenario del que partías para actuar.
 

Piénsalo, y comprueba que es cierto….

 
Ese es mi proceso a través de ti. ¿Buscas la felicidad, el éxito? Yo te pregunto, ¿qué es todo ello sino el logro de la autosatisfacción? Pues bien, ésta existe únicamente si se fusiona tu expresión más material (tus creencias, tus emociones, tus objetivos, tus actos…) con aquella más sutil (Yo). En esa fusión está la Realización, el éxito y el logro de la Felicidad.

 
Todo aquello que te cuesta trabajo no es tu recurso. Todo aquello que no consigues lograr no es tu objetivo. Toda aquella gente con la que no te es posible el contacto fluido no es quien está en tu vida para tu realización. Todos aquellos lugares, todas aquellas cualidades… si no fluyen en tu vida de forma natural, no existen para beneficiarte en tu proceso.

 
Tienes un abanico de posibilidades con las que interactuar para dirigirte hacia el objetivo que buscas tras ellas. Pero lo importante no es el modo de acercarse, sino el objetivo mismo. Y yo te muestro el camino más corto, para que lo transites. Ahora bien, si no avanzas a través de él, el objetivo quedará estático a la misma distancia de ti que ahora está.

 
Yo  te aseguro que si confías, y actúas fluyendo con lo que naturalmente eres, desde donde estás y con los elementos presentes a tu disposición, lograrás la felicidad y subirás de nivel para un bienestar mayor.

 
Porque todo ello son escalones para que llegues, finalmente, a fusionarte en lo que Yo Soy. .
 

Piénsalo… “¿cómo fue en cada fase de tu vida?”, y verás que ésta es la realidad. Entonces, comprende que nada te falta, que nada te sobra, y que todo lo que hay en tu vida, independientemente de su apariencia, está a tu disposición para lograr finalmente lo que anhelas, y buscas en ocasiones a través de otras vías. ¿Y qué anhelas? Sólo hay una respuesta posible: Felicidad.

 
Eres la parte de Mí que opera tridimensionalmente. Nunca estás solo. Estás conectado a Mí. Somos Uno y tenemos un mismo objetivo: Re-encontrarnos.

 
Si ves que tus objetivos ambiciosos son difíciles, es porque te estoy ayudando a que no te desvíes en el recorrido hacia el logro en el que estamos de acuerdo. Date cuenta de que si te desviaras tendrías que volver atrás, y esto acarrea sufrimiento, porque implicaría corrección.

 
Tú objetivo es el Mío. Yo pongo los medios a tu disposición, sólo úsalos. Yo te marco el recorrido. Sólo transítalo.

 
Estáis absolutamente amparados.

 
 

Graciela Bárbulo
Canalizado: 03/11/13

martes, 29 de octubre de 2013

LA ROSA DEL DESIERTO

 
 
Era pequeña. Claro, que en el desierto todo es pequeño, sólo el desierto es grande. Pero era, además, pequeña porque no era lo suficientemente grande para que alguna persona se hubiera fijado en ella con la intención de llevársela consigo.

Había vivido siempre en comuna. Los humanos se habían llevado a todas sus hermanas y, cada vez que había visto a cada una de ellas elevarse en las manos de alguna persona, sufría profundamente la pérdida de lo que eso suponía.

—¡Somos de la misma arena! — gritaba entonces, pero parecía que no oían su voz. Los humanos ni siquiera se volvían.

Había quedado rodeada de miles, cientos, millones, billones…, bueno, casi infinitos granos de arena. Ellos, cuando la veían triste, solían decirle:

—Pero si nos tienes a nosotros…

—No es lo mismo —contestaba la rosa del desierto.

—¿Por qué dices eso? Tú sabes que estás hecha de lo que somos nosotros.

—Eso sí. Pero no es lo mismo.

—Pues no lo entendemos —decían siempre al final de la conversación los granos de arena.

Y la rosa del desierto quedaba triste, repitiéndose para sus adentros, con absoluta convicción, “no es lo mismo, no es lo mismo”, mientras intentaba averiguar por qué. Y, aunque no lo lograba, de una cosa estaba segura: no era lo mismo.

—¿Por qué no os agrupáis unos cuantos de vosotros? — dijo un día la rosa del desierto a unos cuantos granos de arena.

—¿Para qué? —preguntaron ellos.

—A lo mejor así ya no me siento tan sola.

Y los granos de arena, viéndola tan triste, se pusieron manos a la obra. Se abrazaron algunos entre sí con fuerza, se subieron otros encima, y no pararon hasta formar una pequeña masa compacta de arena.

—No es lo mismo… —dijo la rosa.

Ninguno de los granos de arena dijo nada. Lo cierto es que no podían hablar por el esfuerzo tan grande que les suponía intentar mantenerse unidos.

De repente, uno de ellos, haciendo un esfuerzo extraordinario, y con la voz entrecortada por la tensión, logró pronunciar:

—¿Por qué no es lo mismo?

—¡Por esto! —entonces, la rosa del desierto sopló levemente el grumo de arena, y los granos se separaron de nuevo.

—¡Jo! Es que tú nos lo pones difícil.

—¡No os lo pongo difícil! Yo sólo os demuestro que lo que digo es cierto.

—Oíd —dijo un grano de arena—, yo también creo que no es lo mismo.

—¿Síííí? —preguntó, sorprendido, otro grano de arena.

—¡Sí!

—Yo también lo creo —añadió otro.

—¿Y por qué no es lo mismo? —dijo un tercero, que había estado callado hasta entonces.

Todos quedaron en silencio, intentando descubrir el porqué de aquello que cada uno sentía como cierto, pero a lo que ninguno lograba dar explicación.

Y pasó una noche, y un día y otra noche y otro día y otra noche. Y, según amanecía el tercer día, la rosa del desierto vio, a lo lejos, una figura humana que se acercaba.

—¡Hey! Mirad —dijo la rosa del desierto a los granos de arena, que seguían meditando.

Ninguno se inmutó.

Entonces, la rosa pensó: “Total, qué más me da compartir con ellos, si no son lo mismo”.

A medida que la figura se acercaba, iba tomando forma para la rosa del desierto.

Lo primero que advirtió fue que se trataba de un pequeño humano, luego vio que tenía el pelo revuelto. Cuando ya estuvo muy cerca, la rosa del desierto se dio cuenta de que era un niño.

—Hola —dijo el niño, sentándose, con las piernas cruzadas, frente a ella.

La rosa del desierto no dijo nada.

—¡He dicho hola! ¿Por qué no me contestas?

—¡Cómo si pudieras escucharme…!

—Pues claro que puedo escucharte.

—¡¿Cómo?! —exclamó la rosa, entre asombrada y encantada.

—¡He dicho que claro que puedo escucharte!

—¿Por qué puedes escucharme?

—Porque te oigo.

—¿De verdad?

—Ya te lo he dicho. Me parece que estás un poco sorda.

—Perdona. Es que... es que... —titubeó la rosa del desierto.

—¿Es que qué?

—Es que pareces una persona.

—¿Y qué? —preguntó, asombrado, el niño.

—Que las personas no me oyen.

—Pues yo soy una persona y sí te oigo.

—¡Vaya, vaya!

—Vaya, vaya —repitió el niño.

—¿Y tú por qué me oyes? —preguntó la rosa del desierto.

—Pues porque tú me hablas. ¡Qué pregunta más tonta!

—No. Quiero decir, ¿por qué si los demás no me oyen, tú sí?

—A mí me parece que ésa pregunta está equivocada —dijo el niño.

—¿Una pregunta equivocada?

—Sí.

—Qué tontería —dijo, con cierto desprecio, la rosa del desierto.

—¿Por qué te parece una tontería? —preguntó el niño.

—Las preguntas no pueden estar equivocadas, sólo las respuestas.

—Las preguntas y las respuestas, las dos pueden estar equivocadas. Y tú también lo estás.

—A ver —dijo la rosa del desierto—, ¿por qué mi pregunta está equivocada?

—Que yo te oiga es lo lógico. ¿No te parece que lo que deberías hacer es preguntarles a ellos por qué no te oyen?

—Pues no.

—¿No qué?

—Que no me lo parece.

—¿Por qué no?

—¿Pero es que no te das cuenta? ¡Porque no oirían mi pregunta!

—Pues entonces se me ocurre una idea —dijo el niño.

—¿Cuál? —preguntó, entusiasmada la rosa.

—No les preguntes nada.

—¡Pues vaya! ¿Y entonces cómo me entero?

—Pregúntatelo a ti misma.

—¡Pregúntatelo tú!

—¡Vale! —Y el niño cerró los ojos para hacerse la pregunta. Al cabo de un rato, los abrió de nuevo—. ¡Ya lo tengo!

—¿Ya lo sabes?

—Creo que sí.

—¡Cuéntamelo, cuéntamelo! —le rogó la rosa del desierto.

—Ellos creen que tú no hablas.

—¡Pero eso es mentira! —dijo, la rosa del desierto, algo enfurruñada.

—Claro que es mentira. Pero como ellos creen que es verdad, no te oyen.

—Pues no lo entiendo... Porque yo les grito un montón.

—¡Pero eso es igual! Tú no sabes cómo son las personas…

—Tú eres una persona.

—Ya. Pero no soy como ellos.

—¿Por qué no? ¿Porque eres más bajito?

—¡No soy bajito! —dijo el niño, poniéndose inmediatamente de pie—. Sólo soy pequeño —y, mirando a la rosa del desierto con atención, añadió—, como tú.

—¡Es lo mismo!

—Claro que no es lo mismo.

—¿Ah, no? ¿Y qué diferencia hay?

—Pues yo soy pequeño porque he nacido hace menos que los mayores, y aún estoy creciendo.

—¿Y llegarás a ser grande como ellos?

—Claro que sí. ¡Y a lo mejor aún más grande!

La rosa, de repente, fue sacudida por una oleada de tristeza.

—Yo soy pequeña. Por eso no tengo amigas.

—Pero tú eres más grande que todos los granos de arena que hay por aquí.

—Ya... Pero no es lo mismo.

—¿Por qué no?

—¡No lo sé! — y, al cabo de un rato, preguntó— ¿Tú lo sabes?

—¿El qué?

—Por qué no es lo mismo

—Sí lo sé.

—¿Me lo dices?

—Bueno, si quieres, te pondré un ejemplo. Es como los mayores que no te oyen.

—Pues no lo entiendo.

—¡Sí! Es muy fácil. Ellos no te oyen porque creen que no puedes hablar.

—¿Y qué?

—Pues que no es lo mismo porque tú crees que no es lo mismo.

—¿Y tú crees que es lo mismo?

—Sí.

—¿El qué?

—Todo.

—¿Todo?

—Sí. Todo —afirmó el niño.

—¿Todo es lo mismo?

—Sí. Aunque hay diferencias.

—Pues no te entiendo.

—Las diferencias existen cuando alguien cree que no es lo mismo. Por eso para ti hay diferencia entre tú y los granos de arena.

Entonces, uno de los granos de arena, que no había parado de pensar en los tres últimos días y sus noches, voló suavemente hasta la rosa del desierto y se quedó adherido a una esquinita de uno de sus pétalos.

—¡Uy! Otro más —, dijo la rosa del desierto.

—¿Sabes quién es? —preguntó el niño.

—Sí. Es un vulgar grano de arena.

—¿Le conoces?

—Hemos hablado...

—¿De qué?

—Él decía que era lo mismo que yo, el muy tonto. Yo le decía que no, pero no lo comprendía.

—¿El qué? —preguntó el niño.

—Que no somos lo mismo.

—¿Sabes qué? —dijo el niño— Tú, además de ser muy ilógica, estás más ciega que sordas las personas.

—¿Cómo te atreves a decirme eso?

—¿Qué te crees que eres tú?

—Una rosa del desierto.

—¿Y qué crees que es una rosa del desierto?

—No pienses que no lo sé…

—¡Pues dímelo!

Entonces, la rosa, según fue a hablar, se dio cuenta de que no tenía nada que decir.

—Has sido muy altiva con los granos de arena, pequeña rosa del desierto —dijo el niño—. Y no te has dado cuenta de que si existes es porque ellos te entregan su vida.

La rosa buscó el grano de arena que se había adherido a ella y no logró distinguirlo. Había perdido su identidad.

—Lo siento —dijo, mirando al niño.

—No te preocupes. El te ha enseñado quién eres. Ya sabes que lo que eres tú ahora es gracias a él.

—Sin él no sería lo mismo.

Entonces, otro grano de arena pensativo salió volando, de nuevo, hasta la flor del desierto, y se quedó inmóvil en una diminuta hendidura de uno de sus pétalos. La rosa del desierto y el niño lo miraron.

—¿Te das cuenta de lo que hacen? —preguntó el niño.

—No estoy segura...

—Están perdiendo su identidad para que tú seas cada vez más grande.

La rosa, entusiasmada, miró entonces a los granos de arena, que seguían pensando, y les llamó:

—¡Chicos, chicos, despertad! ¡Ya tengo la respuesta!

Todos miraron a la rosa del desierto con expectación.

—Somos… ¡Somos lo mismo! —gritó, entusiasmada.

—¿Por qué? —preguntaron desconcertados todos los granos de arena a la vez, mientras uno de ellos se fusionaba, imperceptiblemente, en una hendidura lateral de la rosa del desierto.

 

Graciela Bárbulo
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