jueves, 19 de febrero de 2015

Toda búsqueda es la búsqueda de la propia identidad.

Tuve lo que para mí era todo, y varias veces todo acabó, y varias veces todo comenzó de nuevo. 

Sin embargo, he sentido constantemente un peso, de forma que parecía más complicado vivir en el logro del deseo que fuera de él. Así que el éxito salía; entonces lo deseaba de nuevo, lo evocaba y volvía. Y, de nuevo, pesaba, pesaba… 

Hasta que comprendí. 

¡Yo era quien cargaba con todo ello! Entonces, ¿para qué quererlo? 

¡Para qué elaborar una realidad con una serie de personajes engranados en las circunstancias que me encumbraban ante… ¿mi misma?!

Oh, qué error, qué trabajo tan desazonador, qué logro más insípido. 

Si al final todo este proceso me demuestra que soy capaz de proyectar mis anhelos, y tal realidad me da la clave de que todo lo que, una vez proyectado, surge de mí, ¿no es lo razonable vivirme por entero sabiéndome, como potencial de todas las cosas, completa?

¿Qué más puedo querer cuando al fin entiendo que yo, al igual que todos, soy todo?








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